viernes, 11 de mayo de 2012

UNA TUMBA ACOGEDORA, de Michael Koryta (Mondadori).



Michael Koryta y su Lincoln Perry lo han vuelto a hacer. Han vuelto a dejarme con ganas de más.

Algún día se acordarán. Cuando este autor por fin rompa y su nombre comience a sonarles tanto como los de Elmore Leonard, Michael Connelly o Dennis Lehane, recordarán alguna de mis reseñas y dirán: “había un librero un tanto motivado que siempre se lo recomendaba encarecidamente a todo amante de la novela negra americana en general y del hard-boiled clásico en particular”. Sabrán que pudieron leerle en sus principios editoriales españoles, cuando descubrir a un autor deja la sensación del niño que cava en la playa y encuentra un cofre con monedas de oro, impresión muy distinta a la resultante por la exposición de un industrial y masificado boca a oreja. Incluso tal vez maldigan no haber estado ahí y se maldigan por no haberlo sabido ver. “Es que hay muchos autores”, se justificarán ustedes. “No como Koryta”, seguiré diciendo yo.

El cadaver torturado de un abogado adinerado, un protagonista sospechoso pero inocente, un hijo desaparecido peleado con su padre desde hace años, una viuda destrozada que fue prometida del protagonista, un policía tan profesional como terco y escéptico, ecos (y no sólo ecos) de Esta noche digo adios y secuelas de El lamento de las sirenas, sus dos igualmente recomendables casos anteriores... Todo combinado con habilidad siguiendo el ejemplo de los maestros clásicos, la Santísima Trinidad del hard-boiled (Hammett, Chandler y MacDonald) pero (milagro) ambientado en la actualidad (no crean que es tan fácil).

¿Qué más necesitan? Yo lo tengo claro: el cuarto libro. Pero ya. Y cuando llegue volveré a dejar lo que esté leyendo para disfrutarlo. Nunca hago esperar un Koryta con su Lincoln Perry, no pierdo un instante en comenzar a disfrutarlo.

Honestamente, no se me ocurre mejor garantía venida de un librero.

Bernabé Naharro Sanz

Librería Luces